ADAPTACIÓN CUENTO CORTO "SILENCIO" POR EDGAR ALLAN POE
Cuando los demonios se reúnen no susurran, relatan cada una de sus acciones con euforia y grandeza Escúchame -dijo el Demonio, apoyando la mano en mi cabeza-. La región de que hablo es lúgubre, allá no hay ni calma ni silencio, solo voces de demonios alegres destellando en la mente de sus victimas una nueva muerte.
Las aguas del río están teñidas de un matiz azafranado y enfermizo, y no fluyen hacia el mar, sino que palpitan por siempre bajo el ojo purpúreo del sol, con un movimiento tumultuoso y convulsivo. A lo largo de todo el sendero se encuentran las orillas del río, se tiende un pálido desierto sin vida, tan desolado como la muerte misma. Suspiran entre sí en esa soledad y tienden hacia el cielo cada uno de sus cuerpos, colgados con sogas de diferentes cortes y tamaños, cada uno de ellos pagando la penitencia de llamar a la muerte entes de tiempo.
Pero su reino tiene un límite, el límite de la oscura, horrible, majestuosa floresta. Pero ningún viento surca el cielo. Cada rayo de luz, es oscuro rodeado de una llama naranja y rojiza, y esta es una llama que calcina cada cosa que tiene cerca, se siente como el humo y el azufre de la descomposición de cada cuerpo y de cada alma van dando mayor energía al núcleo de este reino Y en las orillas del río Zaire no hay ni calma ni silencio.
Era de noche y llovía, y al caer era lluvia, pero después de caída era sangre. Y yo estaba en la marisma entre los altos nenúfares, caminado sin un rumbo, entre en calor infernal y la frialdad de la soledad, sintiendo el calor en la superficie, pero con cada paso se iba congelando mi corazón.
Al alzar la vista al cielo, creí a ver visto la luna, pero solo era la sombra de la muerte, cada vez mas gris y tenue, cargando al lastro cada uno de los cuerpos, cada una de las almas, cuerpos y almas que emitían sonidos, sonidos ahogados, gritos agudos como aullados. En los muros del infierno, cada muro posee caracteres grabados en la piedra, estuve caminando sigilosamente para que la muerte no me viera, no me sintiera, no me oliera para leer los caracteres en la piedra. Pero no pude descifrarlos. Y me volvía hacía atrás mientras mas me alejaba de esos muros cada grabado empezaba a tomar forma y al volverme y mirar otra vez hacia los muros y los caracteres vi que los caracteres decían DESOLACIÓN.
Y miré hacia arriba y en lo alto de la roca había un hombre, y me oculté para observar lo que hacía aquel hombre. Y el hombre era alto y majestuoso y estaba cubierto desde los hombros a los pies con la toga de la antigua Roma. Y su silueta era indistinta, pero sus facciones eran las facciones de una deidad, no era la muerte en absoluto, ella solo sirve a el al ángel, un ángel caído, al amo y señor de todo el infierno, a Lucifer, donde ni la tiniebla, ni la luz mas brillante puede opacar sus cualidades, su presencia de rey, el rey del inframundo.
Aunque este ser en el infierno sea presencia de divinidad, no deja ser un ser, no humano, pero si capaz de sentir, capaz de castigar y capaz de sentirse vulnerable, caminaba solo y desolado mientras yo seguía oculto, oculto siguiendo cada uno de sus pasos, camino y camino hasta que llego a la zona donde se encuentran los cuerpos sin alma de los suicidas, de los que hasta el final murieron porque ya no tenían sentimientos, porque vivir ya no era algo, vivir era menos que nada... y solo se sentó a observar sus movimientos, y a analizar su mirada perdida, es como si el alma de estos hombres se hubiese esfumado.
Entonces me aleje un poco sin dejar de ver al hombre, y llame a la muerte, le pregunte, que pasaba con estos hombres, con sus almas y cortes mente me dijo:" los suicidas que se pierden y no sienten nada al morir, antes de morir ya no tienen alma, y los suicidas que mueren con culpa o arrepentimiento, sus cuerpos van al mar, y sus almas rondan el purgatorio cada día.
los cuerpos sin alma tienen la maldición del silencio, porque sin un alma no hay nada que decir, el hombre siguió caminando por su desolado camino, observando cada escenario, sintiéndose culpable al escuchar los gritos, y sufrimientos de los pecadores con culpa, pecadores queriendo salir, aunque nadie puede salir sin antes pagar cada daño hecho. seguí tanto a aquel hombre que fue imposible que no me reconociera, me encaro, me pregunto que hacia allá, si aun seguía jugando a escondidas con la muerte, y le dije que no, que esta vez, la muerte había ido por mi, tal vez para ser un demonio o tal vez para ocupar su lugar, pero esa decisión solo la tomaría aquel hombre, y el solo respiro, me miro y dijo:" ya que tantas ganas tenias de venir, pues serás mi reina y siempre vivirás aquí".
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