Adaptación del Cuento "El Ruiseñor y la Rosa" - Juan Camilo Pérez Angarita
Adaptación del Cuento “El Ruiseñor y la Rosa” de Oscar
Wilde
Había una vez un ruiseñor que vivía en un jardín. El
ruiseñor comía las migas de pan que caían de la ventana donde un joven
estudiante comía pan cada mañana. El pajarito pensaba que las dejaba para él y
por eso no tenía miedo de posarse a comer en el alféizar de la ventana.
Un día el joven se enamoró. El joven pidió a la doncella que bailara con él.
Ella le dijo que lo haría a cambio de una rosa roja.
-Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa roja -se lamentaba el joven-,
pero no hay una solo rosa roja en todo mi jardín.
Desde su nido, el ruiseñor oyó la pena del muchacho.
- ¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! -lloraba el joven-.
El príncipe da un baile mañana por la noche y mi amada asistirá a la fiesta. Si
le llevo una rosa roja, bailará conmigo y la tendré en mis brazos. Pero no hay
rosas rojas en mi jardín, así que la perderé para siempre.
- ¿Por qué llora? -preguntó la lagartija verde, correteando cerca de él.
-Si, ¿por qué? -decía una mariposa que revoloteaba por allí.
-Eso digo yo, ¿por qué? -murmuró una margarita.
-Llora por una rosa roja -dijo el ruiseñor.
- ¿Por una rosa roja? ¡Qué tontería! -dijeron la lagartija, la mariposa y la
margarita a la vez, echándose a reír.
Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante,
permaneció silencioso. De pronto desplegó sus alas oscuras y emprendió el vuelo
hasta el prado, en cuyo centro había un hermoso rosal.
-Dame una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, y te
cantaré mis canciones más dulces.
-Mis rosas son blancas -contestó el rosal-. Ve en busca del hermano mío que
crece alrededor del viejo reloj de sol y quizá él te dé lo que quieres.
El ruiseñor voló al rosal que crecía entorno del viejo reloj de sol.
-Dame una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, y te cantaré mis canciones más
dulces.
-Mis rosas son amarillas -respondió el rosal-. Ve en busca de mi hermano, el
que crece debajo de la ventana del estudiante, y quizá él te dé lo que quieres.
Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía debajo de la ventana del
estudiante.
-Dame una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, y te cantaré mis canciones más
dulces.
-Mis rosas son rojas -respondió el rosal-, pero el invierno ha helado mis
venas, la escarcha ha marchitado mis botones, el huracán ha partido mis ramas y
no tendré más rosas este año.
-No necesito más que una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, una sola rosa
roja. ¿Hay alguna forma de conseguirla?
-Hay un medio -respondió el rosal-.
-Dímelo -contestó el ruiseñor-.
-Si necesitas una rosa roja -dijo el rosal -, tienes que hacerla con notas de
música al claro de luna. Cantarás para mí hasta el amanecer. Cantarás para mí
durante toda la noche.
Entonces desplegó sus alas y emprendió el vuelo hasta donde estaba el joven.
-Sé feliz -le dijo el ruiseñor-, tendrás tu rosa roja. La crearé con notas de
música al claro de luna hasta el amanecer. Lo único que te pido es que seas un
verdadero enamorado y yo poder tener la satisfacción del granito de arena que
aporté para tu felicidad con el amor.
El estudiante no pudo comprender lo que le decía el ruiseñor. El joven volvió a
su habitación y se quedó dormido. Cuando la luna brillaba el ruiseñor voló al
rosal y empezó a entonar las armonías más bellas que el rosal nunca había
escuchado. Y toda la noche cantó hasta que nació una rosa roja, la rosa más
hermosa de cuantas hayan existido jamás.
-Mira, mira -gritó el rosal-, ya está terminada la
rosa.
El ruiseñor respondió: ¡que rosa tan hermosa! Es la más bella que he visto en
toda mi vida. Seguro la doncella quedará enamorada con tan hermoso detalle.
A mediodía el estudiante abrió su ventana y miró hacia afuera.
- ¡Qué buena suerte! -exclamó-. ¡He aquí una rosa roja!
E inclinándose, la cogió. Con ella en la mano fue a ver a su amada para
ofrecérsela.
-Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja -le dijo el estudiante-.
He aquí la rosa más roja del mundo. Esta noche la prenderás cerca de tu
corazón, y cuando bailemos juntos, ella te dirá cuánto te quiero.
-¡Wow! En mucho tiempo no me habían traído un presente de tan alta belleza
-respondió ella-. Además, cumpliste con tu palabra, cosa que demuestra tu
compromiso.
- ¡Oh, gracias dulce doncella! -dijo el estudiante lleno de amor.
Empezó la música a ambientar y el baile floreció.
Pasó el tiempo en el ambiente armonioso y cálido, cayó el sol y el brillo de la
luna fue testigo del inicio de una nueva historia de amor.
Y dicho esto, el estudiante, una vez en su habitación, abrió la ventana y solo
le pudo decir una palabra al ruiseñor: Gracias.
Juan
Camilo Pérez Angarita
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